Mexicali
Los caminos de Mexicali siempre sorprenden y conducen a rincones inimaginables. A la lejanía se mira El Centinela, ese gran cerro que la gente escala para poder ver estrellas, y desde donde se extiende el Valle de Mexicali eternamente acompañado de un desierto luminoso y delimitado, en su frontera, por el bajo delta del río Colorado.
Es difícil escapar de él; su historia como sus espacios naturales son cautivadores: ahí están las Dunas de Algodones adonde llegan los apasionados del sandboarding; el Río Hardy cobijo de cientos de aves; el Cañón de Guadalupe con sus pozas cristalinas; la Laguna Salada de singular belleza.
En medio de ese desierto, el habitado desde hace siglos por los nativos cucapá, se fundó en 1903 la ciudad de Mexicali, la que tanto aman los cachanillas, donde todo se mezcla: el pasado algodonero, la presencia de los chinos, los incandescentes días y las cervezas artesanales que animan festivales y espíritus.