Es emblema del proceso de evangelización de los franciscanos en el norte de Coahuila, pueblos indios cercanos al río Bravo y a lo que ahora se conoce como Texas. Su construcción originó la fundación de Guerrero. Sus ruinas lucen una arquitectura de estilo barroco. El gran atractivo de Guerrero son, sin lugar a dudas, las formidables ruinas de la Misión de San Bernardo, situadas a poco más de un kilómetro al noreste de la Plaza Principal (del otro lado de la Carretera Federal 2). Como muchos otros templos franciscanos de México, su planta de cruz latina de 31 metros de longitud está orientada a la salida del sol. Sus desiguales muros son de sillería. Carece de techo, salvo por la bóveda de la capilla lateral en la esquina noroeste. En su lado poniente está el sencillo arco de medio punto de la entrada principal; frente a él sobrevive la estructura cilíndrica de un pozo. Estas ruinas rememoran el enorme esfuerzo evangelizador franciscano, llegando a tener una gran cantidad de indígenas adeptos, estos se levantaron en armas librando una guerra que duró hasta principios del siglo XX. Este es uno de los espacios arquitectónicos más fotogénicos de la región fronteriza.