Su estructura emula al Caracol, el observatorio maya en Chichen Itzá. Y da lugar a cinco niveles: en la parte de arriba está el observatorio con tres miradores; el primero se compone de plantas, el segundo mirador muestra la arquitectura de las casas; el tercer mirador presume el Cerro de la Estrella.

Es un recinto cultural interactivo que acerca a quien lo visita al acervo histórico y cultural de la demarcación. No hay que perder de vista el mural que narra la ceremonia del Fuego Nuevo, un ritual metafórico de cierre e inicio de ciclo donde podía terminar la vida y el mundo. Llama la atención el laberinto lleno de fotografías en blanco y negro, de calles, avenidas, rincones y diversos espacios de Iztapalapa. También las salas dedicadas a la Pasión de Cristo y a los carnavales. Hay un lugar reservado a las exposiciones temporales que apoyan el talento local.