
Cada marzo, en las dunas de Algodones se dan cita aficionados venidos de todas partes, y se deslizan por las pendientes como si estuvieran hechas de nieve y no de arena. La gente llega dispuesta a mirar las proezas de esos acróbatas del desierto. Hieleras, música, sombrillas, casas de campaña y mascotas aparecen entre los cerros dorados. También las huellas dibujadas por jeeps y cuatrimotos.
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