Hoy es el Templo expiatorio a Cristo Rey, una de las más bellas construcciones barrocas de la CDMX. Su fachada principal mira al sur, hacia la calzada de Guadalupe que desde hace siglos ha sido la principal vía de acceso al santuario desde el centro de la ciudad.

Su forma exterior es notable por su gran cúpula recubierta de azulejos amarillos, sus cuatro torres de planta octagonal en cada una de sus esquinas y su elegante recubrimiento de cantera y tezontle.

Su interior ha sido intervenido varias veces. Su decoración barroca original fue sustituida a principios del siglo XIX por otra neoclásica que incluía un altar mayor de José Agustín Paz y Manuel Tolsá. Para la Coronación Pontificia de la Virgen de Guadalupe, en 1895 se eliminó tal altar y se colocó uno de mármol blanco de Carrara cubierto con un baldaquino de columnas de granito escocés y bóveda de bronce,

es el que sobrevive hasta hoy. No hay que perder de vista el edificio que está al oriente de la antigua basílica; es la Parroquia de Santa María de Guadalupe “Capuchinas”. Fue un convento de monjas capuchinas, construido entre 1782 y 1787, por el arquitecto Ignacio Castera para atender a los peregrinos que llegaban al santuario. Ha cambiado varias veces de funciones y hoy es sede parroquial.