Azcapotzalco se recuerda en la historia como uno de los grandes señoríos del Valle de México también se le considera la cuna ancestral del maíz. Entonces se rememora aquel pasaje del Códice Chimalpopoca en el que Quetzalcóatl, disfrazado de hormiga, robó el grano de maíz a los dioses de estas tierras y la entregó a Tamoachán, quien la usó como base de alimentación en Mesoamérica. Pasajes como el anterior son parte del guión museístico desarrollado a lo largo de dos salas de exhibición.

La primera sala da cuenta de los orígenes de la ahora alcaldía; inicia en el pleistoceno, con la muestra de un molar de mamut. Continúa con el temprano desarrollo agrícola del año 800 a.C, con la presencia del poderío tepaneca y la figura de Tezozómoc y concluye con el momento de la conquista mexica. 

La siguiente sala refiere a un Azcapotzalco más moderno; una serie fotográfica, en blanco y negro, cuenta el periodo en el que los tranvías y el tren transitaban por su centro, y la importancia de su refinería. También hay un espacio que con orgullo muestra el ex convento y su Capilla del Rosario.

No hay que perder de vista las figurillas de barro, los sahumadores, los bezotes, las orejeras, las cuentas de collar, los silbatos, las puntas de lanza, las vasijas y la pintura mural que reflejan el desarrollo del señorío de Azcapotzalco; la mayoría de las piezas que aquí se exhiben fueron halladas durante excavaciones por diferentes lugares de la alcaldía. Pertenecen a dos colecciones; una de origen privado con 70 piezas y otra del INAH integrada por 380 piezas.