Entrar a este singular recinto da la impresión de estar en el ático de los abuelos por la cantidad de antigüedades extrañas que ahí se miran y da una idea muy clara sobre lo que fue la vida de esta comunidad en los siglos XIX y XX.

Desde 1995, este museo ocupa el edificio de madera de una antigua escuela primaria; y como tal muestra una exhibición de fósiles, fotos, huesos gigantes, muebles, vestidos civiles, vestimentas sacerdotales. De su acervo destaca una panga de pescadores y un abrigo de cuero, como se hacían hace siglos en el Norte de México.

También llaman la atención las cenizas de don Emilio Espinoza Loya: como no tenía familiares, pidió que sus restos quedaran en el museo, para que hubiera gente que lo visitara después de muerto.