En la costa oeste de Ensenada a casi 20 kilómetros está Isla de Todos Santos integrada por una isla pequeña, al norte, y una isla grande, al sur. Un pretexto para conocerla es embarcarse, desde los muelles de pesca deportiva en la rada portuaria, en busca de ballenas grises que cada año viajan desde el círculo polar ártico hasta las cálidas aguas de Baja California Sur para tener a sus crías. Pueden ser vistas cruzando entre noviembre y marzo. Un paseo en lancha, con delfines y lobos marinos apareciendo en el trayecto, sirve de pretexto para pescar o bucear.

Hay dos travesías que se pueden realizar si uno cuenta con bastante tiempo y espíritu explorador. La primera es a la Isla de Cedros que se encuentra a 425 kilómetros al sur de Ensenada y es la más grande del Pacífico mexicano. Quien visita esta tierra en medio del mar se encuentra con una isla de origen volcánico llena de montañas. Entre sus cumbres más altas, Cerro de Cedros y Pico Gill, existen bosques de pinos y encinos con especies endémicas. También existen reptiles y roedores que no han de encontrarse en otras partes. Sus largas playas grises se cubren de lobos marinos, pasan orcas, delfines y ballenas en el horizonte. Abunda la neblina; se come langosta; hay calma en demasía.

Mucho más alejada de tierra firme, a 260 kilómetros de la costa, aparece Isla Guadalupe, formada por la erupción de lava surgida del piso oceánico hace millones de años. Se levantan en su superficie dos montes: Picacho al sur y Augusta al norte. Su aislamiento le ha otorgado un ecosistema único lleno de endemismos: palmas de abanico, bosques de cipreses y de pinos. Sus aguas azules y cristalinas son surcadas por tiburones blancos, por eso se organizan tours para bucear en jaula y poder mirarlos de cerca; aquí la visibilidad oscila entre los 30 y 40 metros sobre los 100 o 150 pies. Junto con Sudafrica y Australia, México con Isla Guadalupe son los tres destinos en el mundo dode se puede bucear en jaula para mirarlos.