Un teocalli mixquica es la base de esta joya colonial. Su construcción se recuerda en el siglo XVI como iniciativa de los frailes agustinos. Aún conserva sus recios muros de piedra. Tres arcos de tezontle señalan su entrada y de las doce columnas de su claustro aún se ven las bases. En este convento se consolidó el proceso de evangelización. La entrada es a través de un patio que conduce al jardín, ahí se miran los amplios corredores poniente y sur, con arcos de medio punto que lucen dovelas de basalto y columnas toscanas. La techumbre de viguería ha sido reemplazada por losas de concreto.

En el patio de la casa cural permanecen reminiscencias de la época prehispánica: un Chac Mool; la figura en piedra de Miquiztli, la Diosa de la Muerte; los aros labrados del juego de pelota, ambos con figuras humanas, uno aprisiona con las manos la pelota y la otra gira en torno de diferentes signos; las columnas de piedra con figuras de Quetzalcóatl; un promontorio de huesos y calaveras; entre otros restos pétreos.